El suelo empezó a difuminarse en líneas borrosas y los
astros en el cielo cambiaron completamente en un solo relámpago. El ojo de agua
reflejaba una luz amarilla y vibraba causando toda una danza en su superficie. Sentí
que me levante, pero al mirar atrás podía ver mi cuerpo, inspeccione el lugar
rincón por rincón, pero mi cuerpo seguía allí.
Existían por el lugar un conjunto de plantas luminosas que
nunca había visto, plantas geométricas de colores pasteles muy brillantes. Se
movían lentamente y emanaban música y luz, uno podía sintonizar a que planta
escuchar pero a la vez se veía su interior por medio del aura.
Apareció entonces una gran iguana a unos pasos de mí, estaba
totalmente quieta, respirando muy despacio. Mirando el horizonte sin inmutarse
ni por un segundo de mí presencia. Él cielo era extraño, soles y estrellas al
mismo tiempo creando un fondo psicodélico. La luz que caía era suave, podía
verse fluir y era muy lenta.
Un gusano de barro apareció en el ojo de agua, crecía y se dividía
en dos nuevas ramificaciones, cada vez más chicas y el doble de rápido. Todas
sus ramas alcanzaron el suelo y se fundieron en roca solida. Del ojo de agua
comenzó a emanar un vapor morado y en su centro chispas de azul neón.
Camine hasta el meter mis pies en el agua para adentrarme en
esa luz misteriosa. Al entrar me convertí en luz y fui catapultado a una
velocidad increíble hacia las estrellas. Comencé a volar libremente en el
espacio. Surfeando el interior de un vórtice luminoso. El tobogán fractal crecía
como espiral y me hacía sentir como un mágico Copérnico mirando el cosmos con
un caleidoscopio infinito.
Cuando llego su momento decidí aterrizar, sin saber nada
acerca de mi destino. Estaba de nuevo enfrente de las chispas azules, pero en
un lugar demasiado extraño, la tierra se elevaba como si tuviera vida, piedras
preciosas formando jardines de minales, cuarzos de todos los tipos, colores y
formas salían de la tierra.
El ambiente se sentía como agua, pero una muy ligera, uno
podía nadar si se esforzaba un poquito. El mar invisible parecía extenderse
hasta lo más alto, donde luces multicolores creaban sinfonías luminosas.
Colmenas de plantas formaban círculos de todos los tamaños
que flotaban estáticas en el firmamento. Peces abisales se acercaron hacia mí.
El portal estaba encima de una pirámide sin escaleras tapizada toda de coral.
Los peces abisales con sus horrendas caras y sus órganos
luminosos comenzaron a pulsar ondas, figuras lumínicas en cuarta dimensión
aparecieron ante mí. Aves de ocho alas circulaban entre el gelatinoso aire, sus
picos eran extraños instrumentos musicales que asemejaban ser ocarinas muy
desarrolladas con las que hacían música en conjunto. A lo lejos se apreciaban
unos gigantescos centinelas resguardando las inmediaciones, eran insectos
enormes que modificaban la luz con sus ojos. Todo se nublaba durante sus
parpadeos, al cerrar y abrir los ojos la luz desaparecía. De repente no los
abrieron más y quede sumido en la obscuridad.
Luces con formas de elipses giran y se acercan lentamente,
muy lentamente hacia mí, cambiando su color poco a poco. Primero rosas, luego
moradas, azul claro, amarillas, creando nuevas elipses en los alrededores. Torrentes de agua amarilla comienzan a elevarse debajo de mí
hasta alcanzar mi vista fijada en lo más alto del cielo, con nubes que se
absorbían a sí mismas creando torbellinos azules.
Me elevo muy lentamente hacia las alturas, sintiendo una
fuerza en mi espalda que me empuja con delicadeza. Elevándome hasta las nubes,
sintiendo el vértigo en mí estomago, entrando directamente a ese torbellino en
las nubes. Avanzando hacia el cielo, saliendo del agua y alcanzando una nave
nodriza en lo más alto.
Entre a una cámara metálica parecida a un panal de abejas,
con sus hexágonos brillando prendiendo y apagando, una estrambótica luz azul
emana de ellos y me conduce rápidamente por los ductos de aquella nave
interestelar, pasando inclusive por las cámaras del los reactores, gigantescos
cristales rojos que brillan con intensidad, impactando lentamente en uno de
ellos, dejando fluir una explosión acuosa de color.
Todo se volvió pixeleado, veía aquel paisaje montañoso en
pequeños cuadros de color, los ríos fluían como niebla, todo aquel universo
mantenía superficies redondas y toscas, con colores muy básicos. Sentí un aroma
relajante, el clima perfecto y sonreí.
Al voltear al cielo el sol me deslumbro, inundando el
espacio de un amarillo intenso, nebulosas gelatinosas de color verde invaden el
espacio donde me he vuelto inmóvil y su vez soy arrastrado por un campo
gravitacional desconocido.
Luces de neón en forma de cubos comienzan a aparecer a lo
lejos, llenando la lejanía del vacío con detalles arquitectónicos. De momento
apareció un espejo circular ante mí y al
mirarlo fijamente observe que parpadeo, como si fuera un ojo y al abrir sus
parpados pude ver su iris verde. Volvió a parpadear y al abrirse descubrió una
boca llena de colmillos, se acerco y me trago.
El suelo brillaba con olas destellantes de todos los colores
y el cielo estaba repleto de escarcha de estrella, flotando como nieve en el
viento brillante tan brillante que no podían mirarse de frente, alumbrado la
obscuridad del infinito. También nacían y se morían nopales y cactus en
cuestión de segundos.
En ese espacio se encontraba un trampolín gigante, con la
cara dibujada de un payaso en su superficie, corrí rápidamente casi
desvaneciéndome de la velocidad hasta subir en el, me impulse y fui disparado a
velocidad luz hacia las estrellas más lejanas.
Viajando en camino del infinito encontré planetas de varios
sueños viejísimos que había tenido a lo largo de mi vida, en algunos me detuve
y baje, sentía como si la fuerza para volar saliera de mi espalda y me
arrastrara. Visitando de nuevo aquellos recuerdos como un dios, pudiéndolos
modificar.
Cuando salí de nuevo hacia el espacio atravesé campos de
asteroides, observando constelación tras constelación, agujeros negros,
quásares, pulsares, súper novas, toda una sinfonía luminosa, así divise el
horizonte hasta llegar a una galaxia que contenía todos los colores en su complejo,
desplazándose psicodélicamente entre sus sistemas solares.
De pronto deje de ser humano para convertirme en un maniquí
color verde gris, todo mi cuerpo estaba trazado con cuadrados. Y cada uno de
estos cuadros empezó a desquebrajarse en polvo rumbo a aquella galaxia,
lentamente hasta desvanecer mi existencia.
La obscuridad fue total, el negro más acentuado que nunca
olvidare, así dure varias horas hasta que decidí meditar en el vacío. Después vi una pequeña luz blanca a lo lejos, se iba
acrecentando y con ella una nota músical, poco a poco ambas variables se
incrementaban. Cuando todo se lleno de luz y música abrí los ojos. De una gran
flor de loto emane en una tierra de palacios naturales y música hermosa, ríos
colgantes y cascadas más altas que cualquier construcción antes vista. Flote
entre burbujas en aquel paraíso a lo alto de aquel cielo morado y destellante.
Unas criaturas extrañas se acercaron a mí, tenían aspecto de
ángeles y brillaban con figuras geométricas
surrealistas de todos los colores en su piel. Como camaleones hechos de
pequeños focos y con secuencias enloquecidas. Volaban a mi lado y me observaban,
flotando sobre las colinas de aquel mundo vi una ciudad, una especie de
artefacto que flotaba en el espacio, no dejaba de moverse ni por un instante.
Una maquina perpetua similar a un erizo y en las puntas de
sus picos florecían molinos y ruedas, las cuales giraban a diferentes
velocidades, alternándose cambiando y coordinándose. En el fondo podían
observarse cinco lunas anunciado la llegada de la noche. Acto seguido todo
aquel bosque y junto con la ciudad flotante comenzaron a iluminarse creando una
inmensa red de puntos fosforescentes.
Uno de los ángeles se me acerco y extendió su mano, su dedo
brillaba poderosamente, extendí mi mano y con mi dedo toque el suyo. En ese
momento todo se convirtió en humo, todos los colores del lugar se mesclaron entre
un torbellino de niebla, elevándome de inmediato.
Aparecieron mis huesos, luego mis músculos, mis nervios, mis
órganos, mi piel y mis ojos. Hasta que volví a ser uno en el espacio,
atravesando la galaxia psicodélica, una expresión de equilibrio universal donde
todos los colores son uno a la vez. Creando belleza al unificarse en el vacío.
Un universo estético que alcanzaba la comprensión no material, obteniendo la
máxima belleza en toda dialéctica que ocurriese.
Recorriendo los confines del complejo galáctico encontré una
delgada membrana que nos separaba del exterior, había llegado hasta los límites
de nuestra creación. Estaba dentro de una burbuja gigantesca que envolvía el
cosmos, decidí llegar más lejos, abandonando mi hermosa galaxia y entregándome
a lo desconocido, metí mi mano del otro lado y fue demasiado fácil, luego mi
pie y cuando metí la cabeza fui succionado por un poderoso campo gravitacional.
Viajando a través de un vórtice luminoso con toda gama de
colores, flotaba con mis brazos y piernas abiertos sintiendo una fuerza
magnética. El campo gravitacional se acelero, surfeando por el remolino cosmológico
dejando una estela de polvo brillante en mi camino, de un instante a otro unas
estrellas moradas me acompañaban en el trayecto, moviéndose coordinadamente
conmigo al desplazarnos por el vórtice.
El vórtice se volvió una especie de túnel hipnótico en
blanco y negro, como la piel de una cebra, comencé a divisar esferas de cristal
que también estaban siendo absorbidas por el vórtice. Luego súbitamente se
vuelve de nuevo colorido, repitiendo el proceso y añadiendo imágenes
holográficas en varios sectores. El vórtice enloqueció, se salió de control y
reventó.
Aventándome al espacio, donde flotaba sin rumbo entre basura
y desperdicios. El campo gravitacional
se acelero aun mas, hasta sentir un vértigo resonante que desemboco en estática
total, llevándome a un planeta de cráteres y piedras agudas. Las estrellas
impactaron en el horizonte, explotando y soltando miles de rayos azules en
cuestión de milisegundos. El viento solar me acaricio la cara y entonces abrí
los ojos.
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