Sentado en las escalinatas del templo del conde, con la
brisa del viento y el suave tacto del sol haciéndome compañía aquella tarde. Hacía mucho calor en
aquella época del año y me quite mi camisa empapada en sudor para dejar que el
poderoso sol se reconciliara con mi piel.
El instinto aventurero me llamaba a desenterrar la inmortal inconsciencia
de aquel centro ceremonial escondida dentro de las rocas y arboles ancestrales,
así que saque una bolsa de mi bermuda que estaba llena de hojas de salvia
divinorum, un potente psicodélico capaz de hacer sensible al ser humano a la energía
obscura del infinito, el lado invisible del universo o dicho de otro modo al
99% del espacio comprendido por vacio.
La energía obscura es la existencia de algo en el vacío. La
consciencia humana nos permite percibir esa realidad inmaterial, es nuestra lengua
espiritual en el mundo de las posibilidades ilimitadas. La imaginación entonces
es una dialéctica entre lo percibido por la materia obscura y lo percibido por
el mundo material, que es precisamente donde nos encontramos nosotros. Es lo
que nos define como humanos, teniendo la capacidad de modificar el entorno de
acuerdo a nuestra visión alterna de la realidad.
Sabemos de la existencia de algo dentro de nosotros, cuando
cerramos los ojos y entonces pensamos esto y lo otro, recordamos, imaginamos y
somos conscientes de que hay mucha energía allí dentro que no corresponde a lo
que entendemos por espacio. Como esa energía es capaz de modificar el entorno
material entonces sabemos que es válida, sabemos que hubo un intercambio
energético en ambos lados, ya que desde esta nueva realidad se puede sugerir
otra nueva realidad diferente a partir de esta, creando una sucesión de
modificaciones a partir de la idea original.
Tome quince hojas verdes y las metí en mi boca para
masticarlas durante quince minutos. Mientras tanto reflexionaba sobre el día
que conocí a esta planta visionaria, un dia que empezó como una borrachera
normal y que termino con un departamento semidestruido dejando a su anfitrión inconsciente
y rayado del rostro. La mayoría de mis amigos pensó que la salvia era una cosa
que valía experimentarse una sola vez, yo pensaba lo contrario y aquel día fue
como acercarse a un mago queriéndole sacar a fuerza los conocimientos.
La salvia sigue siendo legal en todo el mundo. Es un alucinógeno muy peculiar
porque su principio activo no es un alcaloide, aun sigue siendo un misterio él
como actúa esta planta oaxaqueña en el cerebro. Pudiéndose adquirir en internet
sin ningún problema decidí experimentar
con un uso más inteligente desde entonces, en ayunas, en lugares mágicos,
energéticos y con historia. Tenía la teoría de que una consciencia colectiva
residía en el otro lado de nuestra dimensión, aquella que los videntes y
shamanes suelen visitar y que nuestro ego materialista había rechazado por
completo al no encontrar una relación tangible con el mundo material.
Había el suficiente viento allí arriba como para no quemarme
la piel con el sol, me senté en flor de loto y comencé con mi meditación
astral. Las visiones que llegaban a mi mente eran como historias dentro de mi
cabeza, un dialecto simbólico y psíquico, imaginaciones de sucesos remotos que
no podía explicar su procedencia, simplemente llegaban como datos discretos y
mi mente los interpretaba con su última herramienta de diseño conceptual, la
imaginación.
El truco de la meditación es controlar la respiración para
segregar la hormona melatonina. Nuestros pulmones son las válvulas más grandes
de nuestro cuerpo y las que más efecto tienen sobre su funcionamiento biológico.
La respiración se hace más lenta y más profunda, hacer esto está relacionado
con una mejor aprovechamiento del oxigeno lo permite a la mente un pensamiento más
profundo. Todo con el fin de alcanzar el estado fisiológico de sueño profundo sin
perder la consciencia activa.
Sumergido en un trance shamanico comencé a recibir
información del vacío, datos y símbolos que se entremezclaban con mis memorias
para recrear teatralmente la información recibida. Con los ojos comencé a
visualizar una gota de agua surgiendo del vacío, brillaba con un azul profundo
y pulsaba alterando el orden de la nada. Corrientes gaseosas de color naranja
caótico se divisaban en el horizonte. Surgieron remolinos de estática que
alteraban el orden luminoso, licuando las formas hasta volver todo azul.
Comencé a visualizar en mi mente la pirámide de las
inscripciones. La ciudadela estaba en su apogeo, aquellas ruinas aparecían como
templos coloreados por todas sus superficies, escalinatas y paredes estaban
cubiertas de murales abstractos y coloridos, con diseños fractales y tinta
fosforescente. La gente danzaba en la plaza al ritmo de la música y el festejo
se extendía hasta las profundidades del bosque.
Los sacerdotes
orquestaban la música en lo alto de las pirámides como grandes maestros de
jazz, cada uno dirigía a su propio escuadrón de ocarinas, tambores, flautas,
conchas y arpas distribuidos en los diferentes niveles de las pirámides y que
aprovechaban su diseño arquitectónico para amplificar la música por toda el área.
Las ondas acústicas resonaban en una compleja melodía mientras abajo en la
plaza los aldeanos danzaban y bebían de brebajes energéticos preparados por los
sacerdotes. Los danzantes eran imparables, vistiendo sus trajes y mascaras de
colores, era una verdadera fiesta.
Este tipo de ceremonias se llevaban a cabo en días de
cosecha y solían durar varios días, donde la abundancia, el festejo y la
despreocupación reinaban en armonía. Pero ese día el festejo no era por
cosecha, ni por equinoccio, ni por luna llena, se estaba festejando por la
resurrección del hijo del rey pakal, se llamaba K'inich Kan Balam, que significaba serpiente jaguar proveniente del sol.
Este ritual tenía como fin que el ser humano evolucionara de su estado
primitivo y aferrado a las necesidades carnales a un estado de súper consciencia
y entendimiento del cosmos, era la herencia olmeca que los mayas habían sabido
aprovechar para llevar su cultura a niveles superiores.
Existía en la cultura sacerdotal maya un rito de resurrección,
los iniciados se preparaban espiritualmente para renacer a una vida más
consciente. Los aspirantes a sacerdotes
pasaban por muchos procesos educativos y formativos que los hacía más sabios,
su escuela terminaba con un rito que se asemejaba a la muerte. Durante doce
días permanecían en total obscuridad y ayuno, durante los primeros tres días su
cerebro producía enormes cantidades de melatonina en ausencia de luz. Para el
sexto día se comenzaba a sintetizar la partícula espiritual y para el séptimo día
el iniciado podía ver en la obscuridad. Durante el resto de los días se vivían
visiones divinas, premoniciones y acceso a la información cuántica del planeta.
El ritual se llevaba a cabo dentro de la pirámide de las
inscripciones, para los plebeyos solo duraba tres días para acotar el tiempo de
uso. La edificación era una estructura diseñada para acumular la energía del
planeta en su interior y acelerar su desarrollo espiritual. Anteriormente a la
construcción este proceso se llevaba en cuevas y grutas sagradas conocidas por
el xibalba o inframundo.
El hijo del rey pakal salió de la pirámide para cumplir su
destino profetizado por el cronometro estelar hace miles de años, había
completado su desarrollo espiritual recordando su vida pasada y entendiendo su
misión en la vida. Se trataba de un viajero del tiempo que había dejado la
tierra mucho tiempo atrás para reencarnar en una vida futura. Este tipo de
viajeros habían existido desde siempre y su método consistía en postergar mucho
tiempo su reencarnación para ir moldeando el desarrollo cognitivo de la
humanidad. Generalmente hacían esto con la ayuda de alguna cámara del tiempo
que servía como detonador temporal en el futuro, dejando mensajes de su regreso
marcado por las estrellas en el firmamento y sus alineaciones con el polo
terrestre.
Los reyes celebraban, los aldeanos se divertían y los
sacerdotes se preparaban para el viaje. Tan pronto como salió K'inich Kan Balam de la cámara subterránea
ordeno a todos los sacerdotes prepararse para un viaje que duraría toda la
vida, tendrían que dejar su gloriosa ciudadela para emprender hacia lo
desconocido y cumplir su destino.
Saliendo del trance y regresando en el tiempo casi tres mil
años volví a las ruinas modernas de palenque. Tenía que buscar a mi compañero de viaje que había perdido el día
anterior durante una fiesta en la jungla y mientras tanto cargaba doble
equipaje.
Esa noche había luna llena y había planeado acampar en mizol
– ha, un ce se trataba de un cenote sagrado que albergaba una cascada de 30
metros. Esa noche tenía una cita con la psilocibina un componente en la dieta
prehistórica que según la teoría de Terence Makenna habría propiciado la
evolución acelerada del cerebro humano, para este filósofo de los psicodélicos
el eslabón perdido que los científicos buscaban se trataba del hongo alucinógeno
que crecía en las heces de los animales que perseguían los cazadores. Este
fármaco en dosis pequeñas permite una mejor percepción visual que pudo haber
hecho a los cazadores más efectivos. Su uso prolongado desencadenaría un
crecimiento monstruoso de la masa encefálica en tan solo dos millones de años, mejorando
la relación amorosa entre hombre y mujer para sentar las bases de la civilización.
La teoría me parecía bastante sensata y después de leer su
libro ‘’el manjar de los dioses’’ estaba convencido que la clave de la
evolución estaba en las plantas. La naturaleza brindaba alimento y nos
construía biológicamente por etapas temporales, las frutas saciaron el hambre
de los mamíferos para que abandonaran su canibalismo, después el uso de
cereales nos permitió abandonar la selva y establecer poblados, por ultimo
diseño a los psicodélicos para poder abandonar la tierra y nuestro letargo
mental.
Tenía la certeza de que la mayoría de las religiones comenzaron
usando psicodélicos como elemento de comunión y quería averiguar si la
filosofía pionera espiritual era solo un delirio o tenía un significado más
profundo. El pueblo de palenque era bastante alternativo y durante el tiempo
que estuve allí buscando a mi compañero perdido pude adquirir algunas plantas psicodélicas
las cuales resultaban adecuadas para mi investigación, pero sobre todo una
bolsa llena de hongos.
Anteriormente había estado investigando el desarrollo de una
maquina que pudiera arrastrar nuestra mente a estos estados con el simple hecho
de apretar un botón. Buscaba encontrar respuestas a la curación del cuerpo
humano haciendo uso del subconsciente. Había comenzado por estudiar los efectos
del sonido en la mente con resultados satisfactorios, los sonidos tienen una
correspondencia a la frecuencia en la que opera nuestro cerebro y en especial
los sonidos binaurales capaz de hacer resonar nuestro cerebro a frecuencias
inaudibles pero con repercusiones en el estado mental, capaces de llevarnos si
nosotros lo inducimos a un estado de sueño profundo.
Toda esta investigación se vino abajo con ella misma, el
estudio de mi propio subconsciente me hizo ver a las plantas como maquinas
perfectas que nuestra limitada consciencia había olvidado cómo utilizar. Para
que inventar una maquina si una planta podía hacerlo, acaso no era lo mismo que
estaban haciendo las compañías farmacéuticas. Solo podía ser un capricho de mi
ego reflejado en mis estudios técnicos universitarios y un miedo por enfrentar
lo desconocido. Así que cambie el rumbo de mis intenciones y comencé a utilizar
la maquina sagrada que siempre ha estado con nosotros.
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